MARÍA PITA

Heroina, 1565-1643

María Pita no es una sola, María son muchas. Hubo, hay y habrá.

 

Mujeres que toman las armas, las piedras o lo que tengan a mano para defender a los suyos, su casa, su negocio o su familia.


Porque María Pita estuvo en Buenos Aires en 1807 cuando los ingleses, otra vez, se encontraron con Isabel Gutiérrez, Manuela Correa o Bernarda Villalva, entre otras esperando su ataque para defender su ciudad.

También estuvo en las vecinas de Málaga, luego represaliadas, que en 1810 convirtieron el barrio de La Trinidad en una ratonera para los soldados de Napoleón, a los que arrojaron piedras, macetas, agua y aceite hirviendo.

También está en las mujeres y niñas afganas, que empuñan las armas sin miedo a los talibanes, repitiendo mantras como el “Quen teña honra que me siga” de María.


También la lanza que recogió María está en las incansables madres de la Plaza de Mayo o en madres como Miriam Rodríguez, que encarceló sin ayuda alguna a los que violaron y mataron a su hija y que, tristemente, murió del mismo modo que ella.

Y está en el puño de Yesenia Zamudio, la madre de Marichuy, con el grito de guerra más sincero. “Tengo todo el derecho a quemar y a romper. No le voy a pedir permiso a nadie, porque yo estoy rompiendo por mi hija. Y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no, que no nos estorbe”.

Marta Zeraus
Fotografía social 

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