JUANA DE CASTILLA

Reina, 1479-1555

Un peso invisible, una carga etérea pero que impide respirar. El dolor y la soledad sobre tus hombros. Algo como un tul que cuando intentas levantar la cabeza, con orgullo, solo deja ver a trasluz el brillo de tu corona. Las aristas doradas de un destino condenado a la oscuridad de una cárcel. La más ruin de todas, pues quien pudo salvarte de ella es quien guarda la llave.

Y tu palabra no es nada, tu palabra no existe. Porque estás loca, desequilibrada, presa de la histeria. Nunca creíste en lo que debías, nunca callaste, nunca cediste. Mala esposa y mala reina. No yaciste, no rezaste, no abdicaste.
Desde tus aposentos ni siquiera es libre la luz, que calienta tu cuerpo colándose entre los barrotes. Tan cerca y tan lejos, tan reina sin reino. Las coronas no brillan en un calabozo.

 

Se denomina techo de cristal a la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres dentro de las organizaciones. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales, difícil de traspasar y que les impide seguir avanzando. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en su carrera laboral, pero los condicionantes sociales y culturales propios de nacer mujer son suficientes.

Juana fue cubierta de capas de cristal y velos ensordecedores para todo aquel que podía haberla escuchado. Un velo que al pretender rasgar se volvía elástico, una celosía de documentos familiares en los que se calificaba su dolor y su pena. Y una historia injusta con ella.

Marta Zeraus
Fotografía social 

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