GERDA TARO

Fotógrafa, 1910-1937

(Robert Capa)

Imagina una mañana de verano en Stuttgard. Estás sentada al sol, con los pies descalzos en la hierba y la máquina de escribir delante. Una manta de fotografías, no sabes cuál elegir para acompañar al texto. Todas son primeros planos, certeros y crudos. Parece que si las sacudieses caería la pólvora del momento sobre el césped.
Solo se oye el viento, pájaros y el sonido de las teclas. Demasiado silencio para lo que acostumbraba a ser tu vida. Las sirenas y las bombas, el reventar de los sacos en la trinchera, las botas levantando la tierra y el humo de después, rodeando los muros como coladores. A veces ves ese mismo humo en tu cigarrillo y todo vuelve a tu cabeza. Y no como algo malo. Sí, lloras por todos los que no salieron, pero sonríes pensando en qué viva te sentiste. En lo rápido que saltabas de un lado al otro del campo de batalla y se te escapa a veces alguna carcajada recordando los ronquidos de los nacionales en sus tiendas, mientras tú paseabas con tu Korelle.

Cuando pienso en la gente que ha muerto me gusta imaginarla así, haciendo lo que más le gustaba, que al final es lo que nos define.

Tu vida fue corta, dura y decidida. Tus amigos sabían quién fuiste. Y los enemigos también. Por eso el peor de todos lo tuviste muy cerca, creyó que le debías algo y, en realidad, lo que pasaba es que a él le faltaba mucho. No le llegó con sus fotos, con su talento, también quiso el tuyo. Porque en cada una de tus fotos hubo cosas que él no supo encontrar.
Estaba la realidad, la de la guerra. Estaban tus ganas de contar, estaba la verdad de un niño vendado o de una pareja de milicianos sonriendo con su escopeta en la mano. En tus fotos estaba tu valentía, porque no había zoom sino tus pies a un metro de la sangre y la metralla. Tus fotografías hablaban de la esperanza detrás del horror y de la vida que sigue, a pesar de la muerte.
Sigues viva en cada una de ellas, en la gente que te conoció y escribió sobre ti, en la sonrisa de tus retratos. En cada una de las veces que yo también he querido encontrar la verdad detrás del visor.

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Durante más de cincuenta años una maleta llena de negativos escondida te hizo burla. Y, de repente, como si de una granada se tratara, volaron por los aires cada una de las fotos de esos carretes. Las caras de cada uno de los milicianos, los muros de las casas llenos de agujeros. Los niños jugando entre las hogueras. Los soldados corriendo, los camiones en llamas. Caen una a una sobre tu rostro, sobre tu nombre, reescribiendo la historia batalla por batalla.
Porque nos toca volver a escribir la historia, querida Gerda. La tuya, la de todas. Porque de eso va todo esto, de reclamar nuestro sitio, de exigir el que no tuvisteis. Nuestra victoria pasa por proclamar la vuestra.
A veces la historia se reescribe con palabras y otras veces con imágenes. Tú bien lo sabes. Espero que este homenaje sirva de algo contigo.

Marta Zeraus
Fotografía social 

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